Aunque todos los mayas hablaban la misma lengua y tenían la misma cultura, nunca se unieron en un imperio o reino poderoso. La unificación política bajo la ciudad de Mazapán fue una excepción y duró muy poco. Cada centro ceremonial con los campos y caseríos alrededor del mismo formaba un minúsculo estado gobernado por un sumo sacerdote que según las creencias, actuaba en nombre de los dioses y de ellos habían recibido el poder. Este sistema de gobierno de sacerdotes y representación de los dioses se llama teocracia.
Durante el período posclásico, dado el carácter belicoso y expansionista que adquirieron los mayas el gobierno pasó a modos de príncipes guerreros, pero siempre con la colaboración de los sumos sacerdotes. Los gobernantes estaban asesorados por un consejo de caciques o jefes de tribus y otros sacerdotes. Numerosos funcionarios administraban justicia, cobraban los tributos a los campesinos y controlaban las actividades de la población. Las leyes eran severísimas, los homicidas y quienes provocaban incendios o mataban intencionalmente aves de colorido eran condenados a muerte. Los ladrones eran reducidos a la esclavitud.
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