La sociedad maya creía que la tierra pertenecía a los dioses y que de ellos dependía la prosperidad o la pobreza. Igualmente se consideraba que los fenómenos naturales, calor, humedad, eclipses, etc, se debían a la voluntad de los dioses. Por ello, cada día, cada mes y cada producto estaba bajo el patrocinio de un dios y a cada uno se le rendía un culto especial.
Los sacerdotes tenían muy bien organizados los dogmas (creencias)y los cultos o ritos. Existían muchas divinidades, algunas benéficas y otras malignas. Entre los dioses más importantes figuraba Itzamná, divinidad de la sabiduría y del calendario; Chac, divinidad de la lluvia; y por supuesto, rendían culto al cielo, el sol, el maíz, etc. En el período posclásico, uno de los más venerados fue Coculcán, serpiente emplumada, semejante al dios Quetzacoalt de los Toltecas, seguramente introducido por los mismos.
Los cultos estaban estrechamente ligados con la agricultura. Las ceremonias consistían en plegarias, danzas y sacrificios u ofrendas de animales, alimentos y piedras preciosas. Sin embargo, desde que se establecieron en Yucatán se hizo frecuente arrojar jóvenes hermosas al pozo de los sacrificios o cenote sagrado, que tenía 40 metros de profundidad a fin de implorar la lluvia de la cual dependían sus cultivos u otros favores a los dioses.
En ocasiones el sacrificio consistía en sacarles el corazón a los prisioneros de guerra para vencer al enemigo.
La constante preocupación de los sacerdotes por adivinar en los movimientos de los astros la voluntad de los dioses, favoreció el desarrollo de los conocimientos científicos, y también el fervor religioso inspiró artísticas construcciones.
Los sacerdotes tenían muy bien organizados los dogmas (creencias)y los cultos o ritos. Existían muchas divinidades, algunas benéficas y otras malignas. Entre los dioses más importantes figuraba Itzamná, divinidad de la sabiduría y del calendario; Chac, divinidad de la lluvia; y por supuesto, rendían culto al cielo, el sol, el maíz, etc. En el período posclásico, uno de los más venerados fue Coculcán, serpiente emplumada, semejante al dios Quetzacoalt de los Toltecas, seguramente introducido por los mismos.
Los cultos estaban estrechamente ligados con la agricultura. Las ceremonias consistían en plegarias, danzas y sacrificios u ofrendas de animales, alimentos y piedras preciosas. Sin embargo, desde que se establecieron en Yucatán se hizo frecuente arrojar jóvenes hermosas al pozo de los sacrificios o cenote sagrado, que tenía 40 metros de profundidad a fin de implorar la lluvia de la cual dependían sus cultivos u otros favores a los dioses.
En ocasiones el sacrificio consistía en sacarles el corazón a los prisioneros de guerra para vencer al enemigo.
La constante preocupación de los sacerdotes por adivinar en los movimientos de los astros la voluntad de los dioses, favoreció el desarrollo de los conocimientos científicos, y también el fervor religioso inspiró artísticas construcciones.
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